Los tres guerreros miraban embelesados la fogata que los protegía del frío y de la noche. Cuando la flama cedió, dejó atrás sus ascuas, Duncan las señaló.
ꟷJarcor, recuerda bien ese brillo. Si ves un par de ojos de ese mismo color en una caverna, ten por seguro que se trata de un dragón.
ꟷ¿Alguna vez has visto uno? ꟷpreguntó el joven paladín, memorizando la imagen antes de que Duncan colocara nuevas ramas.
ꟷMuchos más de los que me gustaría. Están regados por todo Tibia. Para una persona como yo, es muy importante saber evitarlos.
ꟷUna vez vi a uno, pero de lejos ꟷdijo Jarcor con discreta soberbia. Miró de reojo al hechicero que los acompañaba, sentía la tonta necesidad de impresionarlo. Pero sus aterradores ojos blancos no se apartaron de la fogata, y su larga y enmarañada barba gris tampoco se movió un milímetroꟷ. Le lancé una flecha ꟷaderezó al final. Ni así obtuvo respuesta.
ꟷ¿Y dónde pasó eso? ꟷPreguntó incrédulo el otro paladín.
ꟷMi hermano iba a recoger un cargamento a Venore y me llevó. Él prefiere evitar el Camino Real a toda costa, por eso nos desviamos en las ciénegas del oeste. Yo fui quien lo encontró y no pude evitar dispararle. Sin embargo, Samas me jaloneó del brazo y corrimos como unos cobardes.
ꟷTu hermano hizo lo correcto. ¿Lograste dañarlo?
ꟷNo le hice ni cosquillas ꟷconfesóꟷ. La flecha rebotó en su lomo. Debe tener el cuero tan duro como una piedra.
ꟷEs inútil usar flechas normales contra un dragón. Sería tan estúpido como atacar a un orco con un tenedor. Nosotros tenemos que usarlas con punta de hielo. Aunque prefiero la lanza, pero sólo si es de muy buen acero.
ꟷTú nunca cargas lanza. ¿Qué harías si encontraras uno?
ꟷHuir ꟷrespondió divertidoꟷ. Yo no cazo dragones, muchacho.
ꟷ¿Y si de repente apareciera uno aquí?
ꟷUn dragón no se aleja nunca de su guarida, a menos que esté supervisando la cacería de sus crías. Estamos en campo abierto. Aquí me preocupan los minotauros, troles, orcos, bandidos y hasta los lobos.
ꟷPues el que yo vi estaba tomando sol en el pantano.
Duncan arqueó una ceja y alejó las manos tanto como pudo.
ꟷ¿Medía que esto?
ꟷDefinitivamente un poco más grande.
El hechicero, que hasta el momento se había mantenido inmóvil, soltó el par de runas grises de sus manos y dejó salir una carcajada hiriente que se escuchó por todo el valle.
ꟷEntonces lo que viste fue una cría de dragón ꟷrecalcó. ꟷUn adulto puede alcanzar los siete metros de cabo a rabo. Son bestias majestuosas y muy inteligentes. Agresivas y territoriales. Si la madre te hubiera visto atacarle, te aseguro que no estarías aquí. La mayoría de la gente común no tiene el privilegio de ver a un dragón. Quizá sea mejor para ti, niño.
ꟷO la desdicha, querrás decir. Pero incluso las crías son peligrosas, he oído terribles historias de grupo que se las topan por error ꟷdijo Duncan.
El arquero sentía la cara pesada de vergüenza. Su hermano sabría perfectamente distinguir entre una cría y un adulto. ¿Por qué no le había dicho la verdad? ¿Sólo para mantener andando la fantasía de un niño? Jarcor recordaba vívidamente a ese reptil, con alas plegadas en la espalda. A pesar de ser tan alto como un jabalí, se movía con la precisión y el silencio de los gatos.
ꟷPues yo mataré uno, te lo aseguro. Dunk, mi hermano me dijo que nadie olvida cómo mató a su primer dragón, ¿recuerdas cómo fue el tuyo?
ꟷAsí es ꟷdijo, y luego perdió su mirada en el fuego. ꟷFue hace casi veinte años. Habían colgado un anuncio en el Almacén de Thais. Alguien solicitaba un guía que conociera un nido de dragón. Aunque nunca había visto a uno, ya conocía la ubicación de uno en las mazmorras del Antiguo Templo de Thais. Mis contratantes resultaron ser una pareja de cuento: una bella druida y un caballero galante pero idiota. Él se llamaba Abelardo, ella Eloísa. Les aclaré que yo no iba a intervenir en la batalla. Los llevaría y traería por el camino más seguro, pero si mi vida se encontraba en riesgo, regresaría sin ellos. Además, cobré por adelantado. Y aceptaron. Al principio se mostraron muy esquivos y callados. Pero Abelardo era un fanfarrón y a después de unas cuantas horas de caminar en la oscuridad, ya no podía hacerlo callar. No tardó en revelar sus intenciones. Iban a hacer un jugoso trato con el cuerpo del dragón. El sujeto me mostró su cuchillo de obsidiana, que es el indicado para desollarlo. Me habló también del precio de las escamas de su vientre, los usos que le podían dar a los huesos largos, a la lengua y hasta al cráneo. De ellos aprendí que el jamón de dragón era un alimento tan rico en nutrientes que bastaba una loncha para que una persona no sintiera hambre todo un día. Aunque petulantes, parecían estar bien preparados. Eloísa llevaba una mochila repleta de diversas runas de hielo y sanación. Cargaba celosamente un galón de pócimas espirituales. El caballero se veía confiado en su gigantesca espada. Creyó que una armadura de placas iba a protegerlo. Cuando llegamos al nido les pedí que fueran primero. Me escondí detrás de una roca y supuse erróneamente que de ellos aprendería cómo cazar a un dragón. Eloísa se posicionó cuidadosamente y conjuró un encantamiento lumínico. Por más cuidadosos que fuimos, la presa nos había detectado primero. Sin embargo, la druida con runa en mano, lanzó una avalancha y media docena de carámbanos de hielo cayeron sobre el dragón, hiriéndolo. El caballero se lanzó al ataque con un grito ensordecedor. Su espada gigante asestó el primer golpe en el cuello y lo hizo sangrar. Fue una danza que se volvió desastrosa. La espada era una buena elección, pero sus golpes no hacían tanto daño. El mejor tajo que dio fue en el vientre de la bestia, pero no rasgó sus duras escamas, sólo dejó un golpe metálico resonando. El dragón se sacó al caballero de encima de un coletazo y se lanzó contra Eloísa con la agilidad de una pantera. Le penetró el vientre con sus garras y de un mordisco le destrozó el cuello. Yo no hice nada más que desenfundar mi arco y apuntar al dragón. Abelardo corrió enfurecido con la espada elevada, pero la bestia lo esperó y lanzó una llamarada que lo carbonizó dentro de su armadura.
No sé qué instinto idiota me impulsó, pero disparé la flecha con punta de hielo a su ojo y logré cegarlo. Deslicé un anillo de energía por mi dedo. Le planté cara a la bestia preparando otra flecha. Me lanzó una llamarada y entendí que, de no haber tenido el anillo, no habría resistido. Disparé otras tres flechas de hielo cuando el fuego cesó y acerté en las heridas que le había hecho el caballero. Sabía que mi energía espiritual estaba llegando su límite y el próximo impacto sería fatal. Pero en vez de lanzarse contra mí, huyó. Me sentí poderoso, había hecho que un dragón me tuviera miedo. Y corrí detrás de él.
ꟷComo un tonto ꟷcomentó el hechicero, mientras acariciaba su maltrecha barba.
ꟷEfectivamente, supuse que el dragón me estaba tendiendo una trampa. Así que me dirigí al cadáver de Eloísa y tomé prestada una runa. Luego me adentré en la oscuridad. Me guiaba el sonido de su respiración sutil y engañosa, pero era todo lo que tenía. Supuse que se había escondido en una de las grutas de la pared y lo comprobé cuando me lanzó otra llamarada que pude esquivar más por suerte que por destreza. Me alejé y esperé a que saliera. Cuando lo hizo, lancé la runa, muy mal, acepto, pero los carámbanos que cayeron del techo del túnel me sirvieron para distraerlo antes de dispararle en el único ojo que le quedaba. Sentí que la bestia era mía. Volvió a lanzar su llamarada, pero ya no representaba ningún peligro. Ahí aprendí que el dragón antes de lanzar fuego pone su cuello recto.
ꟷDe lo contrario las glándulas de su cuello no dejan salir el gas para la combustión.
ꟷEn ese momento no me pregunté por qué, Anuman. Pero entendí que tenía que mantener una diagonal con su hocico. Me di el lujo de encender una antorcha y dispararle cuidadosamente en las heridas que Abelardo le había abierto hasta que murió desangrado. Aunque desmembrarlo y llevar el botín a Thais fue mucho más pesado que la lucha. Rompí varias escamas intentado quitarlas. Me dieron muy poco por el cuero que pude sacar, pero su cráneo y su lengua, por otra parte, me sirvieron para vivir despreocupadamente unos cuantos meses.
ꟷ¿Y cuántos otros viviste con lo que le robaste a tus patrones?
ꟷFui generoso con sus restos ꟷrespondió tajante y recordó cómo, aunque no los había enterrado, colocó dos monedas de oro en lo que quedaba de sus cráneos.
ꟷY tú, viejo ¿recuerdas cómo mataste a tu primer dragón?
ꟷDe ninguna manera ꟷdijo tras una larga y silenciosa cavilaciónꟷ, he matado miles.
ꟷUn número cruel para alguien que dice admirarlos tanto.
ꟷLo que pasa es que frecuentemente necesito de sus partes y es más barato cazarlos por mi cuenta que comprarles a esos ladronzuelos del mercado. ¿Sabes cuánto piden por una cola de dragón? ꟷEl hechicero había alzado la voz. ꟷSin embargo, recuerdo la primera vez que vi a un Lord Dragón.
Jarcor volteó a ver a Duncan con duda en los ojos.
ꟷUn Lord Dragón es un dragón que vive mil años. Su piel se torna escarlata y sus ojos se vuelven del color de esmeraldas.
ꟷ¿Y cómo fue esa historia, Anuman?
ꟷTe lo contaré. Pero hasta que tú me cuentes cómo mataste a tu primer dragón.